Riquelme renunció a la selección argentina. Otra vez. Igual que en Septiembre de 2006. Ahora el problema no es su mamá, sino el entrenador. Riquelme no aceptó una crítica pública de Maradona y públicamente aún sin nombrarlo salió a anunciar su salida. Riquelme sabe como es el manejo de los medios, por eso igual que en aquella primera salida elige tiempo, forma y micrófono para dar la noticia. Está en todo su derecho, pero demuestra que conoce perfectamente como es el negocio. No llama a conferencia de prensa. Igual que aquél a quién critica, le tira un mensaje por elevación claro y contundente desde el noticiero más importante de la Argentina, el del canal que transmite a Boca y con el que eleva su rating con él como estrella.
Diego dijo lo que muchos piensan. El suyo fue un comentario bien futbolero. El mismo que según dicen le hizo al propio Román cuando vía celular le explicó que pretendía de su juego para implementar en su selección.
Según el jugador, el técnico responde a otros códigos. ¡Códigos, que palabra bastardeada! ¿De que códigos habla Riquelme, de los de la mafia? De los que hablaba el último entrenador de la selección para quien de manera respetable aunque no compartible, Román jugaba siempre independientemente de su estado de forma. Esos códigos por los que ?se está con uno? o de lo contrario se es ?contra? sin aceptar el disenso. La Selección en la era del Diego plantea otra cosa y en Francia, en los carteles ubicados en las paredes quedó claro. La camiseta por encima de todo y de todos.
Riquelme juega como vive. Se juega a lo que el diez quiere o él no juega. En Boca no hay discusión posible, ni adentro ni afuera y cuando la hubo, como con Cáceres, Román se encargó de demostrar que no tiene el gobierno pero sí tiene el poder. ¿Puede enojarse? Por supuesto, nadie acepta con la misma facilidad una crítica como miles de elogios. Diego admira a Román pero ahora su rol es otro. Para él ex diez no es Riquelme más diez. La selección está por encima de todo, con otros sacrificios y diferentes obligaciones. No hay garantía del mismo blindaje que le garantiza Boca para que haga y deshaga a su antojo. Riquelme sería un componente valioso, pero no imprescindible. Un recurso y no un sistema. Su aporte en pelotas paradas es incuestionable, su capacidad para proteger la pelota es reconocible, su pausa justa es envidiable. Pero cuando un tiro libre se transforma en su único dato dentro del partido y su juego lateral ralentiza hasta la exasperación cualquier avance, entonces como todo exceso, lo suyo deja de ser útil. Si al ritmo vertical de algunos, Román le pone horizontalidad cuando la jugada lo pide y maneja los tiempos de acuerdo al resultado, eso es bueno. Si su prestación es un freno para el equipo y genera incomodidad adentro de la cancha, el único lugar en donde importan las incompatibilidades, eso ya es contraproducente.
Hasta hace no mucho por su estilo de juego, pero de un tiempo a esta parte también por sus decisiones fuera del campo, todo lo que hace Riquelme no admite medias tintas. Por su condición de ídolo, sus devotos xeneizes lo aman. Por su particular cadencia y estilo, el resto lo odia. Aquí, será responsabilidad de todos, pero especialmente de los medios no caer en exageraciones. Ni Riquelme es un desertor, un apátrida por renunciar a la selección, ni tampoco se transforma en el adalid de las convicciones por defender su postura. En todo caso, lo particular es que se trata de dos personas poco acostumbradas a recibir un ?no?, aunque en este caso la negativa implique que todos salgan perdiendo. Las concesiones que pueden hacerse por una causa forman parte de la condición humana. Diego por la selección dejaba casi todo, Román por no sentirse tratado como un elegido decide bajarse del barco. Y si como algunos especulan, hay algo más, entonces serán el tiempo o sus palabras los que echen algo más de luz. Paradojalmente, la decisión se conoce justo el mismo día en que su ex equipo, Villarreal de España, con la misma estructura y con el mismo técnico que lo separó del plantel cansado de su divismo, logra el pasaporte para los cuartos de final de la Liga de Campeones.
La selección lo extrañará por sus condiciones, no por su personalidad respetable, pero siempre eje de opiniones controversiales. La Bombonera le rendirá pleitesía y en su mayoría le perdonará hasta los errores más evidentes. Para Ischia, serán Román y el resto. Para Diego, el resto sin Román. El vestuario de Boca le seguirá perteneciendo y adentro del campo continuará como el indiscutido amo y señor. En el de Ezeiza, las cosas son diferentes y ahora lo sabe. Allí, hay lugar para un solo rey.
(*)Fuente: Diario La Nacion 11/03/09
Autor:Román Iucht

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